Por Robert J. Tamasy.

Dentro unos días, la gente en muchas partes del mundo comenzará a celebrar el comienzo de un nuevo año. Así que: «fuera lo viejo y venga lo nuevo». Si bien la histeria disminuyó por el coronavirus conocido como COVID-19, el año que pronto pasará tuvo muchas razones para causarnos estrés y ansiedad.

¿Qué hará mejor el año entrante para nosotros que el anterior? Ciertas cosas están fuera de nuestro control, como pandemias, inestabilidad económica, guerras, tormentas y otros desastres naturales. Pero hay muchas cosas que podemos controlar, o al menos afectar positivamente nuestras carreras y vidas en general. Las decisiones y elecciones que hagamos durante el próximo año contribuirán en gran medida a determinar cómo resultan las cosas.

Estos últimos días del año solemos tener momentos de evaluación e introspección. Nos preguntamos: «¿Qué salió bien?», «¿Qué podía o podíamos haber hecho mejor, o hubiese sido mejor no haber hecho nada?», «¿Progresamos significativamente en nuestras profesiones?», «¿Qué hay de mi vida privada?», «¿Soy una mejor persona hoy, que cuando comenzó el año?».

Probablemente pudiéramos agregar muchas preguntas similares a la lista. No hay nada de malo en eso, si no nos quedamos viendo hacia atrás por mucho tiempo. El pasado ha quedado fuera de nuestro alcance; pero tenemos el presente, junto con nuestras esperanzas, intenciones y sueños para el futuro. Debemos comenzar a mirar hacia adelante, formulando planes, metas y objetivos para los próximos 12 meses.

Podríamos centrarnos en el progreso profesional, construir nuestro negocio, aumentar la participación de mercado, aumentar las ganancias o desarrollar nuevas líneas de productos. La lista parece interminable. Pero ¿qué pasa con nuestro crecimiento y desarrollo como individuos, especialmente si somos seguidores de Jesucristo? Eso también requiere una planificación cuidadosa. Permítanme sugerir algo de sabiduría que podemos extraer de la Biblia al respecto:

  1. Propongámonos crecer en nuestra relación con Dios. Cuando se le preguntó acerca del mayor de todos los mandamientos, Jesús respondió: «…amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas…» [Marcos 12:30 RVR]. ¿Puedes decir que lo estás haciendo ahora mismo? ¿Lo considerarías un objetivo relevante?
  2. Planifiquemos crecer en las relaciones con los demás. Inmediatamente después de declarar el mayor mandamiento, Jesús dijo: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos» [Marcos 12:31 RVR]. Una vez más, ¿qué tan bien lo estás haciendo? ¿Qué podrías hacer para mejorar en esta área?
  3. Haz de Cristo el fundamento de todo lo que haces. Es común, incluso para las personas que profesan fe en Jesús, «compartimentarlo», dejarlo entrar en ciertas áreas, pero no en otras. La fe verdadera lo hace Señor de cada área de nuestra vida. La Biblia dice: «Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos…» [Hechos 17:28 RVR].
  4. Crezcamos en comprender y aplicar mejor la Palabra de Dios. San Pablo expresó: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto. Dios la usa para preparar y capacitar a su pueblo para que haga toda buena obra» [2 Timoteo 3:16-17 NTV].