Por Jim Firnstahl
Al tratar de comunicar conceptos fundamentales, una de las formas más efectivas de hacerlo es mediante una historia. Como se ha descrito, esto equivale a «pintar un cuadro verbal sobre el cual colgar un principio importante». Las historias que encarnan las ideas que deseamos transmitir hacen que las ideas sean más fáciles de recordar.
Jesucristo fue el maestro en esto. Dijo parábolas, que son historias cortas y conmovedoras, para revelar nuestras debilidades humanas. Hebreos 4:15 dice: «Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo, él nunca pecó» [NTV].
También usó parábolas para presentar a los oyentes receptivos los secretos del reino de Dios. Como Jesús explicó en Lucas 8:10: «A ustedes se les permite entender los secretos del reino de Dios. Pero utilizo parábolas para enseñarles a los demás y para que se cumplan las Escrituras: ‘Cuando miren, no verán realmente. Cuando oigan, no entenderán”» [NTV].
En cierta ocasión narrada por Lucas, «alguien de la multitud» le pidió a Jesús que le dijera a un hermano que le diera parte de una herencia a la que se sentía con derecho. Sin embargo, Jesús pareció separarse de la disputa al decir: «¿Quién me puso por juez o árbitro sobre ti (y tu hermano)?». En cambio, Jesús se enfocó en una raíz más profunda de las disputas humanas, diciendo: «¡Cuidado! Manténganse en guardia contra toda clase de codicia; la vida de un hombre no consiste en la abundancia de sus posesiones» [ver Lucas 12:13-21].
Luego, Jesús contó una parábola para ampliar su punto, una con la que muchos de nosotros, incluso en el mercado empresarial del siglo XXI, podemos identificarnos. Parecía que un hombre de negocios exitoso («hombre rico») se enfrentaba a una decisión sobre qué hacer con un exceso de «cosechas». Como no tenía suficiente espacio de almacenamiento, decidió construir más lugar para poder quedárselo todo. Entonces Dios entró en la historia, diciendo: «¡Necio! Esta noche se requiere de ti tu alma, y las cosas que has preparado, ¿de quién serán? Así es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios».
¿Por qué llamaron necio, es decir, ‘tonto’ a este hombre rico? Se podría decir que tenía poca o ninguna fe porque no tuvo en cuenta a Dios en su proceso de toma de decisiones. Sin embargo, los judíos de la época habrían considerado que este hombre gozaba del favor de Dios simplemente porque tenía riquezas.
Consideraban las riquezas como una señal tangible del favor de Dios. Las parábolas de Jesús tenían una manera de cambiar el pensamiento de esta manera. No era por la posesión de riquezas que les estaba advirtiendo, sino por el uso de éstas, lo que indicaba cuánta fe tenían en Dios y cuánto amor por Él.
En Su «Sermón del Monte», Jesús enseñó cosas como: «No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» [Mateo 6:19-21 NVI].
El tonto es aquel que pone su fe, esperanza y amor en sí mismo y en sus riquezas y no en Dios, como advierte 1 Corintios 13:13. Si el hombre rico amaba a Dios, debería haber considerado opciones piadosas (hacerse tesoros en el cielo) para el uso de sus cosechas en exceso. Sin duda este hombre tenía vecinos hambrientos y muchos otros que necesitaban ayuda desesperadamente. En cambio, como dice la parábola, eligió «hacerse tesoro para sí mismo» y perdió una oportunidad maravillosa de ser «rico para con Dios».
Si tú y yo, como seguidores de Cristo, no oramos e indagamos sobre el mejor uso de nuestros recursos, nos falta el amor a Dios y el amor de Dios, y terminaremos exponiendo nuestra necedad.
Siempre me siento humillado por esta parábola. Oro que el Señor me ayude, y a todos los que leen o escuchar este mensaje, a usar nuestras riquezas siempre para acumular tesoros en el cielo.