Por Robert J. Tamasy

Uno de los mayores cambios, en los últimos tiempos, es nuestra dependencia de las computadoras. Hace años, si necesitaba información o investigar para un artículo, me subía a mi coche y me dirigía a la biblioteca más cercana.

Ahora está al alcance de mi mano, tecleando mi consulta, prácticamente sin límites. Para las comunicaciones escritas utilizábamos el «correo postal», llevando cartas y documentos a la oficina de correos para su entrega días después. Luego vinieron las máquinas de fax. Esta publicación, el Maná del Lunes, se entregó por fax cuando inició en 1998.

Ahora, los jóvenes preguntan: «¿Qué es un fax?». Porque prácticamente todas las comunicaciones se pueden enviar casi instantáneamente por correo electrónico u otros métodos online. Las empresas que gastaron miles de dólares en el diseño e impresión de folletos para promocionar sus productos y servicios ahora utilizan principalmente sitios web y folletos digitales.

Realizamos conferencias, capacitaciones e incluso recibimos una educación universitaria online. ¿Cómo nos las arreglamos sin esto? Las redes sociales han sido una gran parte de la revolución de las comunicaciones. Millones usan medios como LinkedIn, Twitter y Facebook para transmitir sus mensajes, así como para mantenerse en contacto con colegas y amigos. Las redes sociales pueden ocupar gran parte de nuestro tiempo; puede ser beneficioso, pero espiritualmente también puede ser perjudicial.

Recientemente escuché a alguien decir: «Todo el mundo está en Facebook, pero sería mucho mejor que todo mundo estuviera leyendo, estudiando y meditando el libro de libros: ¡la Biblia!». Estoy de acuerdo. Las redes sociales pueden consumir nuestro tiempo mientras tratamos de mantenernos con las últimas noticias e información. Pero no hay sustituto para la verdad eterna y los principios que podemos encontrar en la Palabra de Dios, cuyas verdades son atemporales, tan válidas para hoy como lo fueron hace miles de años.

Estos son algunos de los beneficios de la lectura de la Biblia:

1. Mantenernos en la dirección correcta. Hay muchas tentaciones que pueden desviarnos. La Biblia nos ayuda a mantenernos en curso. «Bienaventurado el hombre que no anda en compañía de malvados, ni se detiene a hablar con pecadores, ni se sienta a conversar con blasfemos. Que, por el contrario, se deleita en la ley del Señor, y día y noche medita en ella» [Salmo 1:1-2 RVC].

2. Distinguir el bien del mal. Con las líneas entre el bien y el mal cada vez más borrosas, necesitamos una base sólida para nuestro comportamiento moral y ético. «¿Cómo puede un joven mantenerse puro? Obedeciendo tu palabra. He guardado tu palabra en mi corazón, para no pecar contra ti» [Salmo 119:9,11 NTV].

3. Abordar necesidades e inquietudes importantes en el trabajo y la vida. En mi experiencia, no hay área de consecuencia que no esté claramente abordada en la Palabra de Dios. «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra» [2 Timoteo 3:16-17 NVI].

4. Confiar en principios probados. Siempre hay personas que pretenden ofrecer nuevas ideas y esquemas, pero la verdad eterna nunca envejece. «Tales cosas se escribieron hace tiempo en las Escrituras para que nos sirvan de enseñanza. Y las Escrituras nos dan esperanza y ánimo mientras esperamos con paciencia hasta que se cumplan las promesas de Dios» [Romanos 15:4 NTV].

El MANÁ DEL LUNES, es una reflexión bíblica semanal acerca de asuntos laborales, ideal para la meditación personal y para compartir con nuestros compañeros de trabajo, al formar grupos pequeños de lectura y estudio de este breve artículo en la empresa. La versión escrita se envía por correo electrónico cada lunes de forma gratuita.