por Ken Korkow

Tuvimos un trabajo de construcción importante en el rancho de mi familia donde establecimos instalaciones para atender a los veteranos militares que sufrieron lesiones graves, físicas, mentales y emocionales, en combate. El edificio requería reparaciones considerables y necesitábamos que el trabajo se completara lo antes posible.

Una persona vino a cotizar el proyecto y dijo que lo haría sin problema, así que le adjudicamos el contrato. Sin embargo, no se presentó cuando lo había prometido. Lo llamé y me dio otra fecha, asegurándome que estaría allí como prometió. Pero de nuevo, no apareció. Entonces, tratando de ser lo más paciente y comprensivo posible, lo llamé nuevamente. Me dio otra fecha para comenzar el trabajo, asegurándome que estaría allí como prometió. Sorprendentemente, no se presentó por tercera vez. Fue el tercer «Strike», ¡y fuera! Lo despedí y contraté a otra empresa. Afortunadamente, el trabajo ya está terminado.

Recientemente, para mi gran sorpresa, el tipo al que despedí me llamó. Dijo que iba a hacer una importante donación a nuestro trabajo con los veteranos de guerra. Le pregunté el por qué. Dijo que el buen trabajo merece apoyo. Fue agradable escuchar lo que dijo, pero decidí investigar más a fondo con este contratista, pues he aprendido una y otra vez que Dios siempre está trabajando, incluso cuando no podemos entender lo que está haciendo.

Yo describiría a este hombre duro como un clavo. Sin embargo, comenzó a llorar cuando me contó sobre sus problemas de salud extremadamente serios, y que estaba al borde de la muerte, así como los problemas críticos que enfrentaba en su empresa. Entonces, decidí conducir más de 80 kilómetros para tener una reunión cara a cara con él, hice preguntas y lo escuché. Hice más preguntas y escuché un poco más.

Lo que este hombre ha hecho por otros me parece increíble. Si alguien pudiera llegar al cielo haciendo buenas obras, sería él, porque ha contratado, apoyado y desarrollado a muchos hombres a través de su negocio de construcción. Por más de 50 años ha hecho contribuciones significativas y exitosas a su comunidad.

Sin embargo, la verdad es que, si el «bien» podía llevar a alguien al cielo, entonces Jesucristo se equivocó al ir voluntariamente a la cruz y morir por nuestros pecados. Romanos 3:10-12 nos dice: «No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios… No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno» [RVR]. Pero la buena noticia es que «…Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» [Romanos 5:8 RVR].

Ahora reflexiono sobre mi encuentro con aquel hombre —encuentro que consideré una cita divina— y pienso que me enseñó lecciones valiosas que podrían beneficiarnos a todos:

1) En la vida y el trabajo, promete poco y cumple mucho.

2) Si surgen problemas, mantente dispuesto a dar las malas noticias en lugar de no dar noticias en absoluto.

3) No te comprometas demasiado.

4) Comienza con el fin en mente y sigue hasta el final.

5) Quizás lo más importante: Como seguidores de Jesucristo, lo representamos, incluso ante las personas que nos han decepcionado o no han cumplido con sus compromisos. Podemos ser la única «Biblia» que otros están leyendo. Siempre debemos estar listos para vivir y compartir la Verdad de Dios.

Fue Jesús quien dijo: «Simplemente di: “Sí, lo haré” o “No, no lo haré”. Cualquier otra cosa proviene del maligno» [Mateo 5:37 NTV]. Es difícil meterse en problemas al cumplir con lo que hemos prometido hacer.