por Robert J. Tamasy
¿Estás buscando activamente una mejor oportunidad? ¿O es una situación en la que te sientes estancado, lo que hace que sea un desafío diario el tener que levantarte de la cama para ir a trabajar?
La mayoría de nosotros probablemente hemos estado en dos o tres de esas circunstancias al menos una vez. Debemos admitir que incluso el mejor trabajo no es perfecto. El «trabajo ideal» seguirá teniendo elementos que desearíamos poder cambiar; siempre que haya gente involucrada, habrá problemas.
La pregunta es, ¿cómo nos va en el trabajo que tenemos actualmente? ¿Estamos emocionados de ir a trabajar todos los días o no? Esto es particularmente importante para aquellos que son seguidores de Jesús, reconociendo que estamos llamados a ser «embajadores de Cristo», como nos describe 2 Corintios 5:20. ¿Somos agentes de cambio, reflejando la luz de Cristo a nuestros empleadores, colegas, clientes y otras personas con las que nos encontramos todos los días, o somos como compañeros de trabajo que refunfuñan y se quejan a lo largo del día?
Moisés expresó: «…que el Señor nuestro Dios nos dé su aprobación y haga que nuestros esfuerzos prosperen. Sí, ¡haz que nuestros esfuerzos prosperen!» [Salmo 90:17 NTV]. Puede haber momentos en los que miremos con nostalgia otras oportunidades laborales, pero como alguien ha comentado, Dios espera que le sirvamos y le representemos donde estamos; y ciertamente no podemos servirle y representarle donde no estamos.
¿Cómo podemos conciliar nuestra situación laboral actual —buena o mala— con nuestro llamado a ser discípulos de Jesucristo dondequiera que vayamos? Aquí hay algunos principios de las Escrituras que pueden ayudar:
1. Debemos abordar nuestro trabajo con paz y agradecimiento. Cuando manejamos situaciones difíciles con gracia y alegría, otras personas lo notarán. «Y que la paz que viene de Cristo gobierne en sus corazones. Pues, como miembros de un mismo cuerpo, ustedes son llamados a vivir en paz. Y sean siempre agradecidos» [Colosenses 3:15 NTV].
2. Debemos mostrar la luz de Cristo a través de nuestro trabajo, así como a través de nuestras palabras. En un mundo dominado por la oscuridad y el mal, nuestra fe en el Señor brillará cada vez más. «Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una montaña no puede esconderse. Tampoco se enciende una lámpara para cubrirla con una vasija. Por el contrario, se pone en el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben a su Padre que está en los cielos» [Mateo 5:14-16 NVI].
3. Debemos reflejar la presencia de Cristo a través de nuestra búsqueda de la excelencia. Dios hace todo bien. Como Sus hijos, debemos esforzarnos por hacer lo mismo. «¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará delante de los de baja condición» [Proverbios 22:29 RVR].
4. Debemos ser conocidos por nuestra honestidad e integridad. En entornos laborales donde el compromiso es tan común, podemos destacarnos por nuestro compromiso de ser honestos y defender la integridad en todos nuestros tratos. «El Señor exige el uso de pesas y balanzas exactas; él es quien fija los parámetros de la justicia» [Proverbios 16:11 NTV]. «La integridad de los rectos los encaminará; pero destruirá a los pecadores la perversidad de ellos» [Proverbios 11:3 RVR].