por Ken Korkow.

¿Deseas tener éxito como lo concibe el mundo? Hay varios enfoques posibles para lograr este objetivo, pero una de las estrategias más probadas y verdaderas es centrarse en el liderazgo. En otras palabras, descubres cómo conseguir que otras personas hagan lo que tú quieres. Ellos realizan gran parte del trabajo, mientras que tú recibes gran parte del crédito.

Sin embargo, ¿qué pasa si, en cambio, eliges convertirte en un éxito distinto? ¿A qué me refiero? Estoy hablando de algo poco popular; el centrarte en aprender a convertirte en un mejor servidor. En lugar de utilizar a las personas para lograr tus metas y tus objetivos, te esforzaras por servir a las personas, ayudándolas a lograr sus propias metas y objetivos.

Si visitas alguna librería o biblioteca, o buscas en línea, puedes encontrar innumerables libros que ofrecen diferentes puntos de vista sobre el liderazgo. Lo mismo se aplica a los seminarios, conferencias y retiros: tenemos una variedad aparentemente infinita de opciones que ofrecen muchas perspectivas sobre lo que se necesita para convertirse en un líder eficaz.

Sin embargo, hay un libro que demuestra y enseña el valor inmediato y eterno de ser un seguidor-siervo. Se llama Biblia. En ese libro encontramos muchos relatos de personas que descubrieron que la mejor manera de ser de impacto e influencia en los demás —lo que hoy llamaríamos un «influencer»— era servir desinteresadamente a los demás.

No podemos encontrar mejor ejemplo que Jesucristo, quien declaró: «Yo… soy así. No vine a este mundo para que me sirvan, sino para servir a los demás…» [Marcos 10:45 TLA]. ¿Cómo hizo esto? Realizó milagros de curación física, alimentó a multitudes e incluso devolvió la vida a personas en varias ocasiones. Su vida terrenal fue caracterizada por actos de dar, no de recibir.

Pero el mayor acto de Jesús fue ir voluntariamente a la cruz para morir y pagar la pena por los pecados de la humanidad. «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» [Romanos 5:8 RVR]. Desde una perspectiva humana, el sacrificio de Jesús parecía un fracaso, pero en términos de eternidad fue el momento más exitoso de todos los tiempos.

Como empresarios y profesionales, la mayoría de nosotros queremos entender la fórmula del éxito. Creemos que, si podemos comprender todas las entradas necesarias, entonces podremos controlar la salida. A veces esto funciona, pero a menudo nuestro éxito o fracaso es el resultado de factores que operan fuera de nuestro control.

El problema es que somos finitos, limitados por el tiempo y el espacio; Dios es infinito y eterno. Sus caminos y propósitos están mucho más allá de los nuestros. «Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos—dice el Señor—. Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse» [Isaías 55:8 NTV]. Debido a esto, poner nuestra fe y confianza en Él —nuestra sumisión a Su voluntad y planes— son elementos esenciales pero misteriosos que no podemos calcular mediante ninguna de nuestras fórmulas.

¿Qué tipo de éxito buscas? Lo que realmente deseamos se evidencia en dónde pasamos nuestro tiempo, qué es lo que exige nuestra atención. Cada uno de nosotros debe decidir. Hoy. Y mañana. Y al día siguiente. ¿Deberíamos perseguir el éxito como el mundo lo entiende? Jesús dijo: «Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?» [Marcos 8:36 RVR]. Una vez que decidimos, debemos vivir con las consecuencias eternas. Una señal de madurez es la voluntad de diferir la gratificación inmediata en pos de ganancias a largo plazo.